Enganchados

El otro día mientras paseaba por el aeropuerto de Madrid, vi a un tipo muy ajetreado, sentado en el suelo, junto a un enchufe y con el ordenador entre las piernas: aquel hombre ciertamente estaba ‘enganchado’.

Y es que bien mirado, estamos siempre ‘enganchados’.

Pegados al cordón umbilical de la madre para sobrevivir, pegados a su pezón para crecer, pegados a la silleta para no caer y rompernos los pocos dientes que nos salen, pegados al cinturón del autocar que nos lleva a la escuela para evitar hacernos daño si nos estrellamos, enganchados a las vídeo consolas para vivir en mundos diferentes y escapar del ''bulling', enganchados al amor los que podemos, enganchados a las drogas porque sentimos estar menos enganchados, enganchados a las tías o a los tíos, enganchados a unas vacaciones efímeras, enganchados al trabajo y a los bancos para pagarnos el alquiler o la hipoteca y llenar un poco la nevera, enganchados al paro cuando ya nadie nos quiere, pegados a una silla cuando las piernas ya no pueden ni quieren dar más pasos, enganchados a la rutina de un geriátrico, enganchados a las hipodérmicas y a las sondas intravenosas, pegados al sufrimiento y finalmente... liberados, de continuar enganchados.

Porque la vida es esto: estar enganchado a algo.

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